lunes, 6 de julio de 2009

LAS HUELLAS DEL DELIRIO (CAPITULO CINCO-1)


Se realizó una búsqueda de las novelas salvadoreñas publicadas entre 1992 y 2002. Esta búsqueda requirió una serie de estrategias tales como el conocimiento previo del investigador de algunas de las novelas; consultas informales con profesores de literatura, críticos literarios; revisión de diccionarios de autores, artículos, reseñas, referencias y ponencias sobre temas relacionados con la literatura salvadoreña y centroamericana. A partir de esta información se elaboró una base de datos sobre las novelas y se procedió a rastrearlas según autor, año y editorial responsable de la publicación. Luego de considerar completa esta base de datos se procedió a identificar físicamente las obras que no se tenían a disposición.

De acuerdo con estos criterios de búsqueda se logró establecer un corpus de cuarenta y una novelas publicadas. Se detectó, además, la importancia del proyecto editorial de CONCULTURA que a través de la Dirección de Publicaciones e Impresos (DPI) publicó entre 1996 y 2002 doce novelas en la colección Ficciones. Otras editoriales que han hecho una significativa contribución a la difusión del género novelístico son Arcoiris (cinco novelas), Clásicos Roxsil (cuatro novelas) y UCA Editores (tres novelas). Del mismo modo, se detectaron algunas publicaciones sin editorial.
Este corpus novelístico se destaca por su variedad temática y su forma de recrear la realidad salvadoreña de la posguerra. Así como se enfatiza el erotismo, la ironía, la violencia y el desencanto, se encuentran temas que dan continuidad a la tradición intimista impregnada de romanticismo tardío que nos muestra personajes golpeados por la soledad y la destrucción del idilio. La obra de Martínez (1995, 1998, 2000) da cuenta de esto último. En esta misma lógica pero con erotismo superficial y una visión carnavalesca de la sociedad de posguerra, los personajes de Raudales (1996, 1997) construyen un mundo donde el sexo, el amor interesado y la seducción lo puede todo.

Por otra parte, algunos autores (Ruiz, 1993, 1995; Chávez-Velasco, 2002) plantean una trama en la que el idilio es súbitamente destruido por la muerte; describen asimismo la vida de las clases media y alta que también sufren los efectos devastadores del conflicto armado y están marcadas por la violencia y el desarraigo. Por su parte, Valle (1995) recrea un diálogo entre la muerte y la montaña agonizante por la contaminación ambiental y pobreza de sus pobladores.

En Los Héroes Tienen Sueño y De vez en cuando la muerte (Menjívar, 1998, 1999) se ausculta el mundo del crimen y se construyen historias de amor, sexo, infidelidad y muerte, al mejor estilo de la novela negra. En El canto aún cantado (Lindo, 1999) se cuenta la historia del Rey Salomón, con sus mujeres, sus crímenes y su sabiduría. Por otro lado Lujuria Tropical (Quijada, 1996), con una técnica neobarroca, desarrolla un diálogo entre la alta cultura y la cultura popular (Lara-Martínez, 1999); esta novela cuenta la historia de Lulú, cuya vida se codea con la de auténticos criminales, dictadores y narcotraficantes en un mundo de apariencias donde lo único real es su cuerpo como objeto de deseo.

Sin duda el escritor que hace de la violencia su máximo material narrativo y se convierte en el más fecundo novelista de la posguerra es Horacio Castellanos Moya (1996, 1997, 2000, 2001); su escenario predilecto es el de los desclasados y desagregados sociales cuya vocación criminal es alentada por las condiciones de la sociedad de posguerra. Sus personajes han surgido de la guerra y a lo largo y ancho de su recorrido vital dejan marcas de la escuela de la guerra.

Este mosaico novelístico apenas insinuado está construido por escritores de diversas generaciones, y tendencias estéticas; diferentes visiones de la realidad, estilos particulares y, especialmente, una experiencia vital asociada con el exilio, la guerra, la militancia, la nostalgia y el asombro ante el crecimiento desmedido de la vida urbana y sus distorsiones. También, hay que decirlo, dichas tendencias están entroncadas con el devenir de la ficción novelesca hispanoamericana en general pero filtrada por la historia nacional.

La tabla uno muestra las cuarenta y una novelas publicadas entre 1992 y 2002. Dichas novelas aparecen ordenadas por año de publicación. En la columna izquierda aparece el titulo de la novela. En la columna derecha el año de publicación. Las dos columnas del centro muestran el nombre completo del autor tal como aparece en la obra y la editorial responsable de la publicación. Las dos novelas de Mario Bencastro (asteriscos) fueron publicadas primero en los Estados Unidos y luego traducidas y publicadas en El Salvador.

Los apartados anteriores constituyen sólo breves reseñas de algunas novelas publicadas en el período de posguerra. A pesar que el corpus novelístico es mucho más amplio, los estudios que se han realizado de este género son escasos y no pueden considerarse concluyentes por varias razones. Entre estas razones tenemos el hecho de que varios de los estudios toman una muestra limitada de obras y no consideran todo el corpus novelístico de la posguerra; se eligen obras identificadas con determinada línea estética para justificar una tesis y no se cuenta con un marco teórico-sociológico que sugiera las relaciones entre el texto y el contexto. A ello se agrega el aparente desconocimiento de la crítica de un grupo relativamente amplio de obras con una temática heterogénea. Por lo tanto, de estos estudios no es posible hacer generalizaciones válidas.

Un especto de relevancia es que nos encontramos con una ficción novelesca que, tomada en conjunto, nos sitúa en el contexto de ese Gran Diálogo sobre las identidadades. Esto quiere decir que la novela salvadoreña de posguerra incorpora esa plurivocidad/heterogeneidad del Ser Salvadoreño y del (Ser Latinoamericano) en una época en que otros discursos pierden fuerza unificadora. En este sentido Valiente (citado en Aínsa, 2005) señala que lo que buena parte de lo que se entiende hoy por identidad cultural latinoamericana se ha definido gracias a la narrativa que es ahora el género de la emancipación. Y esto es posible gracias a que

En la ficción se condensan y se cristalizan los arquetipos, símbolos e indicios de la especificidad del continente con una variedad y polisemia mayores que la de otros discursos…Gracias al esfuerzo de condensación imaginativa que propicia la ficción, algunas novelas pueden llegar a presentarse como la esencia de una cultura definiendo lo que puede ser una “visión integral”, individual, local, regional, nacional o continental de lo americano…[por el] poder evocador de una imagen o la sugerencia de una metáfora (Aínsa, 2005:7)
Los límites de este trabajo no nos permiten referirnos más pormenorizadamente a estas novelas ni a otras que no hemos mencionado en las reseñas. En otros esfuerzos de investigación presentaremos un análisis más detenido e incluyente.

[1] Incluimos a este autor hondureño porque su obra se publicó en El Salvador por la DIP.

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