lunes, 6 de julio de 2009

LAS HUELLAS DEL DELIRIO (CAPITULO CINCO-3)


Libro de los desvaríos (Castro, 1996) nos cuenta la hipotética genealogía de Gerardo Barrios, así como los fundamentos filosóficos, morales, políticos y espirituales del pensamiento liberal y de la tradición familiar. Ganadora del Primer Certamen Centroamericano de Novela Salarrué en 1993 con el título Tal como fue. Informe sobre Barrios Liberales, se publicada hasta en 1996.
Formalmente la obra consta de tres capítulos divididos en cinco partes, todas correspondientes a la historia de uno de los antepasados de Gerardo Barrios quien, pese a ser el referente histórico principal de la obra, aparece únicamente como trasfondo de la trama.
La trama de la novela comienza cuando en 1863 José Gerardo Barrios, entonces presidente de El Salvador, huye hacia Nueva York ante el sitio y toma de la capital por el ejército guatemalteco comandado por el general Carrera. En un cambio de barco extravía en el Puerto de Veracruz unos baúles que, cien años después, aparecen en las pertenencias de un anticuario, pasando luego a la custodia de la Biblioteca Ignacius Orosius, México. Estos baúles están llenos de documentos donde se revelan todos los detalles de tres generaciones de Barrios. En ellos se revela el pasado, ocultado por mucho tiempo, de la descendencia del Capitán General Gerardo Barrios, caudillo liberal.
En estos documentos se revela la genealogía, la tradición intelectual, moral y espiritual que alimentó el pensamiento político y la vida privada del caudillo. Efectivamente, desmanes eróticos, audacias políticas, triquiñuelas comerciales, insurrecciones, suicidios y todo tipo de acontecimientos esotéricos colman la existencia de la familia Barrios.
José Atenor, murciano, del siglo diecisiete traba relación con precursores del liberalismo español. Varios incidentes marcan su vida: la pérdida de su ojo derecho, el asesinato de María Marta, su amante, cárceles y el conocimiento de los principios esotéricos. Preclaro viajero y en conflicto con la inquisición tiene que viajar a escondidas por toda Europa, situación que le permite conocer lo mejor de la intelectualidad de aquel momento.
En una de sus andanzas, José Atenor conoce a Romualda Maldonado, una gitana, de cuya relación nace José Atanasio el 6 de octubre de 1932. Éste hereda a los dieciocho años la cuantiosa fortuna de su padre. Su educación, liberal y masona por el lado de su padre; gitana por el de su madre, constituyó la base de su vida que experimentó todas las formas de hacer dinero. Participa en conspiraciones, en la vida cortesana y en una red de contrabando. Después de varias aventuras eróticas se casa con María Ignacia con quien procrea a los trillizos Renata Antonia, Pedro Joaquín y Claudio. Pedro Joaquín, abuelo de José Gerardo Barrios, hereda una cuantiosa fortuna de sus padres, cosa que le permite recorrer varios lugares de Europa, donde consolida su vocación liberal y su convicción masona. La historia lo describe como próspero terrateniente peninsular bien aceptado por la reducida sociedad provinciana local, con crecida fama de hombre moderado, culto y prudente aunque generalmente de carácter arisco y esquivo (Castro, 1996: 147).
Claudio también fue hombre liberal, amigo cercano de Robespierre. Como su hermano, jacobino de corazón y participante de la revolución francesa de 1789. Regresa a América en plena guerra franco-española, razón por la cual tiene que esconderse. En 1820, después de las más terribles aventuras por bosques, prófugo de la Inquisición, Claudio llega a San Miguel donde Pedro Joaquín lo hospeda a cambio de que no revele, por ningún motivo, su identidad y se convierta en tutor de Gerardo Barrios. Siete años más tarde se suicida, no sin antes hacer todos los preparativos para que José Gerardo (Gerardo Barrios) descubra la historia familiar que cambiará el curso de su vida. Así, éste descubre la verdadera identidad de Jacinto, su viejo mentor que resulta ser el tío Claudio.
La novela recrea el escenario de la vida europea y americana de los siglos XVII al XIX con todo el entorno cultural, ideológico y espiritual; los conflictos políticos que envolvieron a ambos continentes, así como las raíces intelectuales de uno de los principales pensamientos políticos de la Centroamérica postcolonial. Si bien, la figura de Gerardo Barrios está ausente, por medio de su genealogía se nos muestra con claridad su personalidad, su pensamiento, la historia privada de la familia Barrios y su tradición aventurera. Efectivamente, en la novela nos aparece un Gerardo Barrios desmitificado. Sin las ínfulas heroicas que la historia oficial, el liberalismo y una parte de la izquierda le atribuyen. En una palabra, nos aparece un Gerardo Barrios de tradición masónica, de pensamiento jacobino, experto en artes amatorias y heredero de una fortuna amasada dudosamente. En muchos casos, el tono irónico de la obra linda con la crítica política pues el narrador pone en boca de los personajes, pensamientos de mucha actualidad en la vida de los salvadoreños: ¿Seremos libres? La Revolución debe ser llevada hasta su último término, hasta la total destrucción de la reacción en sus diversas formas. Las transacciones son inadmisibles, constituyen otras formas de contrarrevolución (Castro, 1996: 18).
Como puede verse, este pensamiento parodia una de las posturas de la izquierda puesta al centro de su debate interno durante el proceso de negociación. La historia y la ficción reconstruyen la imagen de un caudillo liberal del siglo XIX que murió fusilado en 1865 después de sendas aventuras políticas y militares.
Ciudad sin memoria
En 1996 Tirso Canales publica su novela bajo el título de Ciudad sin memoria. Miembro de la Generación Comprometida y activista político, Canales representa la tradición narrativa de la época pre-revolucionaria llamada progresista. Esta novela revela una suerte de visión romántica del héroe revolucionario cuya conciencia surge ante la injusticia social.
Efectivamente, en esta novela Canales (1996) idealiza la condición revolucionaria; exagera el papel de los intelectuales autodenominados revolucionarios en las luchas del pueblo. Por su carácter monológico, el discurso del Otro se ve reducido a un eco, dado que el narrador (alter ego del autor) toma partido y se identifica con los personajes del pueblo. Los treinta y cinco capítulos que le dan forma a la obra desarrollan una historia en la cual Eduardo, el protagonista, es un trabajador vinculado a la actividad contable; de clase media, trabaja en un edificio en donde se ubican las oficinas del Dr. Porta. Descubre la falsa moral de la burguesía cuyo símbolo es dicho Doctor, corruptor de menores. Eduardo suele acudir a La Doreña, cafetería donde se reúne una generación de jóvenes intelectuales, llamados poetas, para discutir asuntos de la vida nacional y algo de poesía. Además de ellos se reúnen personajes que se dedican a la actividad comercial.
La escena de sexo entre el Dr. Porta y una menor de edad en el bufete de aquél impacta profundamente a Eduardo, personaje de valores inmaculados, quien se interesa por investigar un poco más sobre la vida del jurista pedofílico. Con ese objetivo se hace novio de Ada, una de las secretarias del Dr.
Con el tiempo descubre la infidelidad de la flamante esposa del Dr. Porta que paga muy bien a sus amantes los favores sexuales. Como contrapunto, el Dr. Porta es fiel defensor de los valores morales y cívicos y, por lógica consecuencia, un ideólogo de la burguesía.
La rutina de Eduardo, además del trabajo esmerado, incluye sus indagaciones sobre la vida sexual de Porta, la conquista de Ada, visitas a La Doreña y una librería llamada La Claridad donde Ana Rosa, la dueña, es una militante de izquierda que funge también como fuente de información para los intelectuales y como ideóloga de las luchas populares. El poeta más destacado del grupo de tertulias es Oswaldo Escobar Velado, miembro de la generación del 44 y uno de los padres espirituales de la poesía revolucionaria salvadoreña.
Este grupo de intelectuales participa en protestas públicas. Eduardo, que representa al sujeto revolucionario de la época, se convierte en dirigente social. En una ocasión, ante una inminente represión del movimiento social, grita: el viento de nuestras montañas es fresco y generoso y hará desaparecer esa y todas las fetideces de un régimen corrupto antipopular y antihistórico (Canales, 1996: 65).
Eduardo es testigo de masacres y protagonista de protestas. En él se sintetizan el amor, el trabajo, la actividad revolucionaria y los altos valores éticos. Es el modelo del nuevo sujeto social que se avizora en el horizonte. La novela enfoca las luchas sociales en contra de las medidas represivas que ha adoptado el coronel Calduevidrio personaje que encarna la imagen de la dictadura militar de Óscar Osorio. Eduardo es testigo de las luchas que estudiantes universitarios realizan y la forma como los militares los reprimen y se toman la Universidad. Y así, entre luchas populares y golpes de Estado, la novela cuenta una década especial en la historia del país: 1950-1960. Contiene largas descripciones del ambiente capitalino como los famosos prostíbulos de la capital donde, incluso, se fragua un golpe de Estado.
Se destaca la admiración que los jóvenes de izquierda sienten por las ideas de Gerardo Barrios y de Francisco Morazán. Esta novela juega un papel político al hacer una crítica a la situación social, anteponiendo a la degradación de los valores burgueses, los nuevos valores del proletariado y su inminente victoria, a pesar que en una de las acciones de conspiración, los héroes populares son reprimidos con ráfagas de fusiles automáticos. Eduardo escapa a duras penas. El ejército se ensaña con los estudiantes universitarios. El gobierno declara Estado de Sitio. Sólo se oyen gritos de rebeldía: Aunque nos duelan en el alma los muertos que otra vez le han causado al pueblo, nunca lograrán ponernos de rodillas, chafarotes hijos de la gran puta (Canales, 1996: 307).
Todo ocurre en la plaza donde el ánima del héroe liberal parece dolerse de estos actos cobardes:
Gerardo Barrios, más que estar elevado sobre una estatua ecuestre, está elevado sobre la historia; y en medio de las sombras de la ensangrentada capital, su cabalgadura (...) brilla (...) por las huellas bien dejadas en la memoria de la historia (Ibíd.:281).
Como se ha notado, ésta es una novela ideológica basada en los viejos valores revolucionarios. Además se trata de una recreación de los hechos históricos de la década de 1950-1960, que exalta la condición moral de la conciencia revolucionaria. Los personajes son planos y sólo nos muestran una perspectiva de la historia y los movimientos de protesta; exagera el papel jugado por los pequeños grupos de intelectuales representados en los poetas y en Eduardo, quien participa con saco y corbata en actividades de protesta (signo de pertenencia social). En otras palabras, y desde el enfoque privativo del mito revolucionario es un pequeño burgués haciendo la revolución[1].
En la novela encontramos la clásica oposición marxista burguesía/proletariado. La primera representada por el coronel Calduevidrio, el Doctor Porta y su círculo, asociados a las falsas apariencias pues se vanaglorian de
haber leído una que otra página de Los Tres Mosqueteros, y aprenderse los nombres para luego andarse dando el “taco” de sabio enciclopédico. Eso es lo que hace el doctor... ¿Te das cuenta?, esa es la clase de lumbreras que tiene este paisito en la post- industria de los capitales y de las vacas gordas (Canales, 1996: 38-39).

La segunda, por Ana Rosa, Oswaldo Escobar Velado, Eduardo y el círculo de poetas afines ideológicamente:
Don Alberto [Masferrer] era su jefe pero ella [Ana Rosa] le había dicho que su socialismo tenía noventa y cinco por ciento de utopía y sólo el cinco por ciento de realidad, y que aquella teoría no cuajaría ni en El Salvador ni en ningún otro país que tuviera los pies en la tierra, y hubiera hombres divididos en ricos y pobres como lo sabía cualquiera que por lo menos leyera un libro de economía política (Canales, 1996: 25)
Ciudad sin memoria es una novela acanónica de cuya lectura se puede identificar el tono de las luchas populares desde la perspectiva de los intelectuales de la época. Sus personajes están estilizados y limitados por la posición ideológica del narrador. Nos propone la actitud romántica y la conciencia del artista e intelectual como el germen de luchas que posteriormente madurarán y se decantarán en el conflicto armado. No obstante, tiene un carácter singular pues nos ayuda a comprender mejor el aporte de los intelectuales y de las generaciones de la décadas de los cincuenta, desde sus visiones, a la construcción de un imaginario democrático. Quizá las características más importantes de esta obra sean la recreación del entorno urbano con el cual se inicia el proceso de modernización del país, del conflicto social y el ambiente de represión en el cual la generación de los cincuenta creció. Veladamente el autor pretende reivindicar el papel de los círculos de discusión, los grupos de reflexión y la organización de las protestas que una generación de jóvenes llevarían a sus últimas consecuencias. Desde este punto de vista Ciudad sin memoria es una novela de las luchas populares, germen del conflicto armado en El Salvador.
Presencia de nuevos ambientes urbanos
La posguerra que se ve como una etapa de transición hacia la paz; aquí la democracia incipiente es un escenario donde la violencia prolifera y se diversifican las miserias de los ciudadanos. En este sentido, las vetas narrativas y cualquier otro discurso que desenmascara esta nueva situación constituyen una nueva subversión de la que participa la novela. De esta forma, los gritos de los muertos y desaparecidos con todo signo de impunidad; los ajusticiamientos igualmente impunes, el drama del campesino reducido al silencio o asardinándose masivamente en el espacio urbano-marginal, la crisis de reinserción de los excombatientes y otros temas que son parte del olvido político constituyen, como ya se ha dicho en capítulos anteriores, el material narrativo primordial de la novela de posguerra.
Estos temas delimitan las líneas de creación de varios novelistas salvadoreños cuyas obras comportan una interesante correspondencia entre el imaginario social de violencia y la temática del desencanto presente en el espacio narrativo y el ambiente en el que se mueven los personajes de la novela en el período de posguerra. De ahí que la ficción novelesca de autores como Castellanos-Moya, Escudos, Chávez-Velasco y Menjívar, entre otros, ponga de relieve la violencia en todas sus manifestaciones concretas y el desencanto como ejes centrales del movimiento argumental que invariablemente se desarrolla en un espacio urbano donde se percibe la crisis de la modernidad.
Castellanos-Moya tipifica las diferentes facetas del Ser salvadoreño con una visión telúrica del ambiente urbano masificado y solitario a la vez, donde la única salvación posible es la huida o la incorporación a las mafias. Sus personajes son típicos de la posguerra: desmovilizados, desempleados, migrantes, prostitutas, desarraigados. En El Asco (Castellanos-Moya, 1997) imputa la violencia como condición definitoria de la salvadoreñidad. El arma en el hombre (Castellanos-Moya, 2001) es una travesía sangrienta que abarca todo el mapa de la ciudad desde al espacio público al privado.
Por otra parte, los personajes de El Desencanto (Escudos, 2000) se mueven entre la búsqueda de la autorrealización por medio del placer, y la violencia corporal; expresan una sociedad deshumanizada, masoquista, compartimentada y al borde de la desesperación. (cfr. Cortez en http://www.dpi.gob.sv/revista/revista86/comentarios.htm).
En similar línea se mueven los personajes en De vez en Cuando la Muerte (Menjívar, 2002) cuyas búsquedas en el laberinto urbano sólo conducen a comprender la esencia de una sociedad mercantilizada en donde la violencia pública es el resultado de los conflictos de mafias enquistadas en el poder; la muerte violenta y su reproducción simbólica, son parte de los aprendizajes ineludibles del sujeto. Por su parte, Sonata de la Violencia (Chávez-Velasco, 2002) explora el mundo del crimen en la alta sociedad. Sus personajes principales pertenecen a la burguesía, pero igual matan sin ningún escrúpulo. Esta obra trata más bien el tema de la globalización de la violencia.
Los personajes de los escritores antes mencionados, imponen unas veces, su intimidad, su desencanto ante un discurso autoritario y normativo; otras, se rebelan contra toda la hipocresía discursiva mostrando una actitud iconoclasta ante la axiología canonizada tanto por la prédica oficial como por el discurso aparentemente alternativo. Representan las contradicciones de la vida actual cuando poner de relieve la muerte de la utopía de una sociedad mejor ante el darwinismo social alimentado por el poder omnímodo del dinero.
En este apartado se analizan brevemente las novelas El Asco, El arma en el hombre (Castellanos Moya, 1997, 2001), El Desencanto (Escudos, 2001), De vez en cuando la muerte (Menjívar, 2002) y Sonata de la violencia (Chávez-Velasco, 2002).
El Asco/Thomas Bernhard en San Salvador.
En esta obra tenemos un retrato colectivo de los tipos genéricos que conforman la sociedad salvadoreña de posguerra. Edgardo Vega (protagonista) es un salvadoreño migrante que tiene dieciocho años de vivir en Canadá; ahora es un ciudadano de ese país, intelectual humanista que decide romper todo tipo de vínculos con la tierra de origen. La muerte de su madre lo obliga a viajar a El Salvador para reclamar una parte de la herencia que podría acrecer su capital en unos cuarenta y cinco mil dólares. En el velorio se encuentra con Moya, antiguo compañero de colegio a quien invita a una plática en el único lugar decente que ha encontrado: el bar.
En una perorata de dos horas que en la ficción narrativa transcurre entre las cinco y las siete de la noche, Edgardo Vega proyecta la imagen del San Salvador actual y sus habitantes. Vega cuenta a Moya los aterradores momentos que ha tenido que aguantar y los tipos siniestros que lo han atormentado desde su llegada a El Salvador, país que es un verdadero asco. Todos sus habitantes son tipos vomitivos.
Vega comienza a describir uno a uno los tipos asquerosos que componen la sociedad salvadoreña con sus costumbres igualmente asquerosas. El susto más grande lo tiene Edgardo Vega cuando se da cuenta que ha extraviado su pasaporte canadiense. Esto lo hace remover hasta los papeles del baño, revolverse entre los orines y el excremento porque no encontrarlo significa la tortura de quedarse más tiempo en el país, soportar a una raza estúpida con sus gustos, sus costumbres, sus formas de divertirse y de percepción pseudonacionalista del país en el que viven; actos verdaderamente detestables. Entre los tipos vomitivos merecen atención especial los militares, los políticos y los excombatientes precisamente porque su conducta es objeto de deseo e imitación: ...Todos caminan como si fueran militares, piensan como si fueran militares...todos serían felices si fueran militares...todos traen las ganas de matar en la mirada (Castellanos-Moya, 1997: 22)
En cuanto a los políticos
…apestan particularmente...quizás sea por los cien mil cadáveres que carga cada uno de ellos...lo peor que les puede suceder a los políticos es que alguien los obligue a leer en voz alta ante un público...y cómo se desviven por aparecer en la televisión…[son] tipos tenebrosos que tienen en sus manos el futuro de este país, Moya, no importa si son de derecha o de izquierda, son igualmente vomitivos (Ibíd.: 28).
La obra resume la identidad salvadoreña de la siguiente manera: el salvadoreño es ese cuilio que todos llevamos dentro.
Esta obra, a nuestro entender, expone mejor que ninguna otra del período, la crisis de valores y de futuro que enfrenta la sociedad salvadoreña en el período de posguerra; al describir de manera patética los diferentes estratos sociales con sus costumbres trastocadas y su alienación pone en el debate la cuestión fundamental de las identidades culturales y la violencia como condición definitoria de la sociedad actual.
El arma en el hombre
Esta otra novela de Castellanos-Moya (2001) nos ofrece una grotesca epopeya donde la violencia pública y la violencia privada se juntan en la persona de Robocop recreando el panorama de muerte en el período de posguerra. En efecto, la obra cuenta por medio de un narrador autodiegético las aventuras de un sargento de la Fuerza Armada, miembro de un batallón de élite llamado Acahuapa, después de ser desmovilizado. Robocop ha sido entrenado para el combate y la eliminación del enemigo. En su hoja de vida se destacan los cursos que ha sacado con militares estadounidenses. Con los Acuerdos de Paz es dado de baja con una miserable indemnización y sin proyecto de vida que le asegure la reinserción.
Esta situación y sus aptitudes para matar lo enredan pronto en una temible banda delincuencial dedicada al robo de vehículos. Sus primeros trabajos son exitosos y pronto logra cierta estabilidad económica y trata de resolver su vida emocional con Vilma, una prostituta de la cual se separa muy pronto (a quien, después, mata de un balazo para eliminar testigos) por problemas de convivencia. En este negocio se reencuentra con sus antiguos compañeros de armas y decide entrar a un grupo supuestamente paramilitar destinado a labores de inteligencia y aniquilamiento selectivo de objetivos clave, previa autorización del alto mando cuyo enlace es el Mayor Linares. Aquí comienza una larga lista de asesinatos entre los que están una pareja de esposos alemanes y el vigilante, un ex-comandante guerrillero (comandante Milton), la señora Trabanino, Vilma, Bruno, el Mayor Linares, para mencionar algunos.
Las cosas se complican y Robocop cae preso pero escapa gracias a la ayuda de la banda que ha decidido eliminarlo para lo cual tiene un plan: subirlo a la avioneta y matarlo en pleno vuelo. Pero Bruno, el sicario, falla y cae fulminado a tiros. Lo mismo sucede con el piloto. Robocop se interna en una montaña donde es interceptado por un grupo de mafiosos armados con quienes colabora. Participa en la guerra entre las mafias hasta entender de qué lado está. Regresa al campamento de su nueva banda la cual es destruida supuestamente por los norteamericanos y él es hecho prisionero. Despierta malherido y con una propuesta de sus captores: una nueva identidad a cambio de su colaboración para combatir el narcotráfico.
Es importante destacar aquí cómo la ciudad se convierte en el escenario de la violencia y cómo ésta se re-configura. El hecho de matar ya no está relacionado con objetivos políticos, pero la formación militar genera aprendizajes significativos de primera utilidad para el crimen organizado. El perfil del personaje es típico de los ex-combatientes que se mueven en un contexto cuyos imaginarios están íntimamente vinculados a la violencia pública y privada sin importar la filiación política. La violencia invade, incluso, el seno familiar. Robocop tiene como referente inmediato de sus acciones la escuela de la guerra:
Mi escuela fue la guerra... Nosotros éramos el cuerpo de élite, los más temibles... por eso la desmovilización de nuestro batallón fue un acontecimiento solemne con la presencia del presidente de la república, del ministro de defensa y otras altas autoridades... (Castellanos-Moya, 2001: 10).
Después de la guerra donde aprende el oficio de matar, según le han dicho para defender la patria, se convierte en un sicario que mata por una paga poniendo en juego todas las tácticas aprendidas en la Fuerza Armada:
El tipo salió del Datsun, luego abrió la puerta derecha para sacar a la niña, la tomó de la mano y se encaminó hacia el portón de la guardería. Yo avancé con la pistola escondida dentro del periódico, me acerqué por la espalda, le puse el cañón en el cerebelo y lo despaché (Castellanos-Moya, 2001: 38)
Muchas otras escenas son recreaciones de la vida cotidiana del mundo urbano-marginal salvadoreño donde operan bandas de militares y ex-guerrilleros en actos delictivos. El personaje va más allá con su actuación: nos recuerda la cultura de impunidad que existe en el sistema de justicia.
El desencanto
Por otra parte, Jacinta Escudos[2] (2001) es una de las pocas mujeres novelistas en el país. Junto a Yolanda C. Martínez y Claribel Alegría inaugura la novela femenina en El Salvador. Si Claribel Alegría representa la innovación técnica en la novela, Escudos representa una ruptura temática sin precedentes. Se distancia abiertamente de las tradiciones costumbrista y testimonialista para seguir una línea estética de desencanto claramente marcada por el espíritu de la contracultura, pero con la diferencia de que explora los efectos de la violencia privada en el desarrollo ulterior de la personalidad de la mujer. La obra de Escudos, ausculta aspectos nuevos en la novela salvadoreña: crítica a las relaciones de poder basadas en el género, las relaciones afectivas de odio y de violencia en el seno de la familia, máxima institución social.
Para corroborar lo anterior se propone una relectura de su novela El Desencanto. Publicada en 2001, esta novela tiene un proceso interesante de escritura. Forma parte de un proyecto inconcluso pues la autora quiso hacer una trilogía sobre la vida de un personaje, plasmando distintas etapas de su desarrollo: infancia/adolescencia (etapa de aprendizaje), juventud (desencanto) y madurez. Todo en el ambiente común de Centroamérica: vida privada negando la vida pública, violencia familiar extrema, ruptura del mito materno y vida sexual femenina frustrada; situaciones que se han convertido en motivos recurrentes de la narrativa escudeana (Escudos, 2004).
La autora escribe originalmente tres novelas supuestamente en una misma línea argumental. Al constatar sus diferencias decide trabajarlas y publicarlas por separado (La novela donde se habla de la infancia ha sido publicada todavía). El desencanto constituye la etapa de la educación sentimental del personaje y su iniciación sexual en un entorno hostil, patriarcal. AB Sudario (2003), es una novela de la madurez con un ambiente de depresión y de ideas recurrentes al suicidio.
Formalmente El Desencanto es una novela hilvanada a base de historias independientes entre sí, pero vividas por la misma heroína. Comienza con un epígrafe que nos hace suponer a una mujer dispuesta, más que a escribir, a pensar su historia personal. Está dividida en veinte y siete partes subtituladas; algunas de ellas con epígrafe que en su conjunto dan forma a la diégesis. El epígrafe inicial y el epílogo nos muestran el estado psicológico del personaje que vacila entre el miedo, el mal y el bien.
El argumento es sencillo: Arcadia es una mujer que a los diecinueve años no ha tenido ninguna experiencia amorosa. Su primer encuentro se produce en el bosque con un hombre que, al final, está interesado únicamente en las felaciones. Luego se encuentra con el hombre de su primera vez. Aunque tiene relaciones sexuales con él, las cosas no funcionan. Arcadia continúa teniendo una serie de relaciones entre divertidas y traumáticas que van configurando su visión de la vida. Es infiel. Tiene un aborto. Se enamora. Tiene sueños zoofílicos como cuando se mira haciendo el amor con un caballo o con un pato. Experimenta la felicidad aunque de forma fugaz y ayudada por el alcohol y las drogas. Termina sola luego de que el hombre que la hizo sentir verdaderamente mujer, la abandona sin ninguna explicación. Implícitamente, la conducta de Arcadia está determinada por el tipo de relaciones en el seno de su familia; se destaca la figura negativa de la madre que, a manera de fantasma, la persigue a lo largo de su travesía experimental.
Sobre esta obra hay algunos trabajos realizados. Carballo (2003) estudia El desencanto desde la teoría literaria feminista y concluye que Arcadia al final
Reconoce que su pasado ha estado marcado por un lenguaje patriarcal pero que a través de sus experiencias eróticas logra subvertir [debido a que] ella se ha abierto espacios para una nueva etapa con más autonomía de mujer (Carballo, 2003: 68).
Seguidamente el autor nos dice que: desde la modalidad de conciencia de mujer... se puede afirmar que “El desencanto” es una novela de concienciación femenina (Ibid: 131).
Para Cortez (s.f.), por su parte
Escudos pone en tela de juicio las instituciones sagradas e inolvidables de la cultura centroamericana, entre ellas la familia y la figura de la madre [por lo que la obra es] una reconstrucción antierótica de los encuentros sexuales de Arcadia. (Cortez, s. f.b).
Además de ello, Cortez (s.f.b) sostiene que la obra fue publicada en un momento en que la visión de la vida y de la sociedad está marcada por el desencanto y que la ficción narrativa ya no se enfoca exclusivamente en la violencia del espacio público sino también en el espacio privado.
Hay, sin embargo, un hecho de fondo que, no obstante ser indiciario, constituye el fundamento de la vida emocional de Arcadia: las relaciones afectivas de odio con la madre.
Desde esta perspectiva el recorrido vital de Arcadia no es sólo una búsqueda de su identidad ni de su libertad sino más bien un acto de rebeldía contra la figura materna. No se trata exclusivamente de impugnar las desiguales relaciones de poder basadas en el género-sexo sino mostrar una personalidad conflictuada de la protagonista marcada por una relación traumática con su madre y el cuestionamiento de unos valores tradicionales. Arcadia no es feminista; nunca intenta serlo y lleva a extremos su proyecto impugnativo. No intenta liberarse buscando la igualdad genérica. Si bien cuestiona los valores patriarcales, éstos la persiguen fatalmente invadiendo todos los ámbitos de su vida, entre ellos, su visión de la masculinidad su mirada hacia adentro y su búsqueda hacia fuera están signadas por el desencuentro.
De hecho, la primera expresión de la masculinidad contrasta con su imaginario tradicional; con su idea de la belleza. El primer encuentro con un cuarentón y sin ningún atractivo físico inicia a la mujer atípica que tiene diecinueve años y nunca ha tenido novio. Su conclusión preliminar de esta experiencia se convierte en la hipótesis de su búsqueda: no hay relación verdadera entre lo que hacen los cuerpos y los sentimientos.
Desde un principio opone su hipótesis a la información previa, a los datos del ambiente sobre el amor y el placer (sentimiento-emoción) que son los imaginarios sociales de su entorno. Quizá el contrarritual de su primer encuentro amoroso sea un acontecimiento importante para el desarrollo ulterior de su vida erótica y sexual: ocurre en un carro con un tipo raro que en lugar de una penetración se conforma con una felación.
También hay una relación muy evidente entre su desarrollo racional y su actuación: está plenamente consciente de lo que sucede y su pensamiento alcanza a vislumbrar los instrumentos de autodefensa (negarse, rechazar) pero, mostrando una actitud sumisa, no lo hace.
Por otra parte Arcadia tiene un sentimiento antimaternal: primero, no busca la igualdad de los desiguales (mujer–hombre) sino una especie de igualdad-diferenciación dentro de los iguales (mujer–mujer) ya que:
…se acuesta feliz de tener otro secreto oculto de mamá. Ahora ambas son iguales. Ahora mamá no podrá hacer nada contra ella… [pero] no quiere parecerse a su propia madre, jamás. Todo lo que pueda apartarla de ella, todo lo que pueda alejarla del rol de maternidad será bienvenido y ejecutado, cueste lo que cueste (Escudos, 2001: 34, 61).
Tampoco quiere involucrarse con un hombre mayor como le ocurrió a su madre. Esto demuestra que Arcadia no tiene exactamente un conflicto de género; no se plantea el problema de la búsqueda de su identidad femenina sino una especie de competencia autodestructiva en el seno de la institución de la familia. Por lo menos no se plantea el problema de la “concienciación femenina”. Esto la vuelve un personaje contradictorio pues, en su búsqueda, el hombre que de alguna manera se pone en un plano de igualdad en sus relaciones con ella le parece el hombre más grotesco que ha tenido en su vida y a quien quisiera matar.
En conclusión, el vector que sigue la protagonista a lo largo de la acción narrativa sufre un quiebre con respecto a los postulados feministas y, de alguna manera, traiciona la estética feminista. Sus actos de curiosidad y rebeldía tienen un alto precio: la soledad y el desprecio como los medios punitivos con los cuales la sociedad patriarcal sanciona las conductas contrarias a sus principios. En efecto, Arcadia se rebela contra la cultura erótica dominante pero no da el paso final: construirse exitosamente una identidad femenina basada en la libertad sexual y la autonomía.
Por tanto la novela se enmarca dentro de una línea de desencanto pues nos muestra el drama de la mujer vista y viéndose como objeto de placer; una mujer que emprende una travesía para descubrir los hilos del placer con su propio cuerpo como objeto de experimentación. Pasa de un imaginario habitado por mitos sobre la sexualidad, a una búsqueda de la felicidad que obtiene sólo momentáneamente y por medios social y públicamente proscritos (drogas, infidelidad). Su conclusión no puede ser más lapidaria: se observa al espejo, descubre su cuerpo de niño, pero en contraste siente el corazón ajado, marchito, desengañado, tremendamente cansado (Escudos, 2001: 201).
Esta imagen tremendista renueva sus viejas intuiciones. Su aspecto físico masculinizado, su estado espiritual destrozado y la implacable respuesta del espejo lo dicen todo.
De vez en cuanto la muerte
Esta obra de Menjívar (2002) cuenta una historia donde la violencia asume carácter institucional. En ella la vida pública y la vida privada transcurren entre infidelidades, sobornos, asesinatos calculados, encubrimiento y complicidad de la prensa. De corte policíaco, específicamente con tendencia a la novela negra, la novela ironiza la respuesta pública ante el problema del crimen. La trama se desarrolla con los parámetros de la novela negra. Este subgénero novelesco forma parte del proceso evolutivo de la novela policíaca, pero, a diferencia de ésta, no tiene como elemento sustantivo la solución exitosa de un misterioso crimen sino el retrato al desnudo de la vida urbana. En ella la ciudad desnuda con todas sus miserias y la violencia de sus calles va quedando al paso de los personajes.
La ciudad misma es un enigma que envuelve a los personajes de manera insospechada. Una de sus características, según Zéraffa (1972) es la violencia del combate entre la ley y el delito; combate que salpica a los habitantes e involucra a las principales estructuras de poder en el caso de la novela mencionada.
En De vez en cuando la muerte la acción narrativa sitúa a los crímenes en espacios abiertos. Con ello no sólo muestra los cadáveres semidestruidos, sino la violencia pública, la brutalidad policial, la crisis de valores, las contradicciones sociales y la vinculación entre las instituciones estatales (policía) y privadas (prensa) en su complicidad con el crimen. En esta obra a lo largo de sus veinte y tres capítulos se relata la historia de un periodista que de pronto se encuentra ante el cadáver destrozado de una mujer.
Su afán por investigar y escribir una nota roja llena de intriga y de violencia, lo lleva a seguir el rastro de un asesino en serie que hace veinte y cinco años fue noticia de primera plana. En sus pesquisas, recorre la ciudad, realiza entrevistas mientras el caso se complica cada vez más porque el periodista se encuentra con otros crímenes sin resolver. El periodista conoce a Cristina quien se hace su amante pese a estar felizmente casada con Miguel, un hombre que pasa poco tiempo con ella supuestamente debido a su trabajo. Cristina tiene una hija llamada Julia quien es a su vez amante de Miguel (esposo de Cristina). Al seguir la pista de los asesinos para escribir su nota roja, el periodista se encuentra con Matilde, convicta de haber matado a su marido. Va tras la pista de Mauro, encarcelado por once asesinatos de mujeres pero, como todos los informantes, este también es contradictorio.
Poco a poco el protagonista va descubriendo que las instituciones del Estado están implicadas en los crímenes; que contaminan las pruebas y que constituyen una verdadera mafia del crimen organizado. El trabajo del periodista se complica porque nunca acepta sobornos de la policía. Después de entrevistas engañosas, amores frustrados, despido del trabajo y otras vicisitudes, se da cuenta del asesinato de Julia. Cristina mira al periodista con mirada cómplice asegurándole que ella tenía que morir. El periodista se dirige a la policía, acepta el dinero de soborno y lo regala a una prostituta de mala muerte.
Como puede observarse el protagonista (periodista) se inicia en la morgue, frente al cadáver semidestruido de Julia, hija de su amante y termina en las calles de los barrios bajos de la ciudad, sin su página roja y como benefactor de prostitutas. El esquema diegético es crimen-indagación-recopilación de pruebas dudosas-descubrimiento de la red criminal- desengaño. En todo el recorrido el protagonista va desenmarañando el marco de desvalores de la sociedad posmoderna y la violencia como mecanismo de poder y de autoafirmación. Crimen, infidelidad, encubrimiento, tortura, complicidad, soborno, insensibilidad, impunidad, individualismo son los temas recurrentes.
Sonata de la violencia
Publicada 2002, esta novela de Chávez-Velasco nos cuenta una historia donde la muerte, la infidelidad y la alta cultura son los hilos conductores del tejido diegético; describe el panorama signado por crímenes fríos y brutales en un ambiente burgués. El título alude a una composición musical cuya estructura es de cuatro movimientos para uno o más instrumentos. En efecto, la obra tiene una estructura de sonata pues está conformada por cuatro capítulos que el autor llama movimientos, a lo largo de los cuales se despliega la vida de cuatro personajes imbuidos en un mundo configurado por la violencia como elemento común de sus destinos.
La historia comienza con el encuentro de Roberto Alberson, el héroe, y Antonio Goldstaub, Nino, frente a la tumba de Carmen, madre del primero y amante del segundo. Después de una breve y árida conversación, Nino desaparece. A los días Roberto es secuestrado por un grupo guerrillero de las FPL[3] y rescatado por Nino quien le explica algunas cosas y lo convence de viajar a Europa; durante el viaje le cuenta todos los detalles de la historia y la manera en que se hizo amante de Carmen. Ese relato decanta una imagen fatalmente distinta a la Carmen que Roberto había conocido: esposa de un drogadicto, amante de un ex militar con ciudadanía estadounidense y sangre judía; co-propietaria de una enorme empresa de lavado de dinero y conectada con los hilos más finos de la mafia y el crimen organizado.
Roberto decide continuar en el negocio de lavado de dinero y tráfico de armas. Conoce a Isabel, militante guerrillera del FSLN[4] de quien se enamora, pero la revolución los separa. Isabel muere en combate pero su nombre es utilizado por sus compañeros de milicia para conseguir ayuda de Roberto. Este ha decidido hacerse guerrillero para ir a buscarla. La ayuda que hace a la guerrilla desata una guerra entre mafias en la cual Roberto y Nino se lucen eliminando a sus enemigos. En tanto el primero se deshace de dos cabecillas de la mafia enemiga, Nino planifica, desde el hospital, la muerte de dos comandantes sandinistas mientras vuelan hacia Nicaragua.
Esta novela que culmina el período de nuestro estudio revela aspectos insólitos del crimen organizado y sus vínculos con la alta sociedad. Se trata de un tipo de violencia financiada y planificada desde círculos de poder económico. Efectivamente, la violencia es elemento unificador de la sociedad; borra los rasgos de diferenciación social y política y une a los personajes de manera nefasta. Tanto la servidumbre como los amigos, los dueños de la empresa, los revolucionarios y los hombres de la inteligencia hacen de la violencia su punto de encuentro. Todos tienen las manos manchadas de sangre.
A diferencia de los personajes de las demás novelas comentadas, los de Sonata de la violencia se mueven en el estrecho círculo de la burguesía, entre hoteles y residencias lujosas. Nótese la oposición entre el tipo delincuente de El Arma en el hombre y su red de relaciones y espacios, y el tipo delincuente de Sonata de la Violencia. Ciertamente, los amores de Robocop son prostitutas y mujeres de empleados públicos; el espacio vital es el burdel, el cuarto, la calle del barrio y la plaza pública. Robocop es un desclasado, desmovilizado. Roberto es de buena familia. Su vida transcurre entre viajes a Europa, hoteles de lujo y mujeres de clase. Sin embargo, ambos siguen el camino del crimen cuyo origen hay que buscarlo en la institución militar. Robocop es miembro del ejército, uno de los más aventajados; Roberto es hijo de un militar con altas capacidades formado en el ejército norteamericano. Aquí aparece nuevamente como eje de convergencia la escuela norteamericana como formadora de asesinos (militares).
A pesar de las diferencias, los personajes tienen en común la frialdad con que planifican y ejecutan el crimen. Lo mismo ocurre, aunque con matices, con los personajes de De vez en cuando la muerte (Menjívar, 2002): Carmen, al igual que Isabel, es esposa amorosa y mujer infiel al mismo tiempo. Ambas son capaces de matar con el fin de lograr sus propósitos.
Estas obras tienen en común el iter criminis (camino del crimen), la infidelidad, y las distintas instancias de poder que se vinculan, que se dedican al usufructo de la violencia como medio y modo de vida.
Es importante hacer notar que en la diégesis de las obras se ficcionaliza un panorama de conflicto general como espacio vital de los personajes. Hay una tradición de violencia, una educación basada en la violencia.
En Sonata de la Violencia el entorno está marcado también por la violencia política y social. Veamos:
El cementerio nuevo quedaba fuera de la ciudad al contrario del antiguo que estaba casi en el centro de San Salvador. Con las condiciones políticas de El Salvador [en la década de los setenta], cualquiera hubiese dicho que habían exiliado también a los muertos.... con lo mal que iban los negocios de los vivos, en este pequeño país, a alguien se le había ocurrido de que ya era tiempo de comerciar con la muerte (Chávez-Velasco, 2002, 13).
El párrafo evoca la situación social y política de la década de los setenta. Además, la obra alude el conflicto al interior de las organizaciones de izquierda:
-¿Son del partido comunista?- demandó Roberto
-No. Esos burócratas están vendidos al imperialismo ruso, pero también les hacen el juego a los yanquis. Nosotros somos revolucionarios de verdad (Chávez-Velasco, 2002, 26).
Tal ambiente exterior a los personajes influye poderosamente y marca el tono de la historia. Ellos viven, en la ficción novelesca, en una sociedad desintegrada, confrontada y dominada por el poder militar. Una sociedad donde la violencia es el camino de la sobrevivencia; también lo es el dinero. Esa situación homologa a personajes de distintas clases sociales.
En resumen este acercamiento bastante general permite establecer ciertos rasgos generales de las novelas mencionadas. En estas características encontramos la presencia de la ciudad como microuniverso, la destrucción del idilio, la cultura de violencia y el desencanto como temas recurrentes. Otras obras que están fuera de este análisis ratifican estas observaciones. Tal es el caso de La Conexión gringa y Baile con serpientes. La primera tiene como fondo la situación de la ofensiva militar del FMLN y la violencia con ella desatada que lleva a la muerte de los protagonistas; Baile con serpientes es todo un concierto de muerte y zoofilia que protagoniza Eduardo Sosa a lo largo y ancho de la ciudad después de transmutarse en Jacinto Bustillo.
Novela auto-biográfica de corte costumbrista e introspectivo
Dentro de la variedad temática de la novela de posguerra se han escrito obras de marcado carácter biográfico y autobiográfico. Si bien, en varias de estas obras podemos identificar elementos de la vida de su autor empírico, las que desarrollan directamente esta línea son La lira, la cruz y la sombra (Escobar, 2001) y Siglo de O(g)ro (Argueta, 1997).
Rodríguez (2004) reporta el debate teórico sobre el género autobiográfico señalando como sus rasgos distintivos fundamentales, la amplitud del mundo biográfico a la esfera del yo autoral y el carácter de otredad competente. Seguidamente este autor define la autobiografía como
un conjunto de enunciados dialógicos que presentan la constitución de la autoconciencia de un sujeto ficcional, textualización que se prefigura como sujeto heroico en una construcción enunciativa (Rodríguez, 2004:109).
Este planteamiento de tradición bajtineana supera la exigencia de verdad y permite comprender el género autobiográfico (y biográfico) como un desdoblamiento dialógico en el cual se construye un texto de conciencia individual que se considera digna del reconocimiento social y del auto-reconocimiento. Por lo tanto no es de esperar la verdad sobre una persona en un texto autobiográfico o biográfico desde el punto de vista literario. Esto es así porque la fuerza evocadora y el carácter de ficcionalización no están sujetos a ninguna verdad ya que el personaje no cuenta exactamente lo que ha vivido sino lo que recuerda que ha sentido puesto en relación con un contexto que hasta ahora ha adquirido sentido para él.
Consideramos que estas características son comunes tanto a la novela de corte biográfico como a las de corte autobiográfico. En ellas hay una recreación deconstructiva y reconstructiva por medio de la retrospección, una búsqueda de la identidad, un diálogo con el pasado experimentado individual y socialmente.
La lira, la cruz y la sombra (Escobar, 2001) recrea la vida del poeta ahuachapaneco Alfredo Espino considerado el símbolo de la poesía vernácula. Todo su drama vital y su final trágico se describen con una técnica novedosa de collage.
Por su parte Siglo de O(g)ro (Argueta, 1995) es una introspección/retrospección en donde al autor empírico se encarna en el personaje de Alfonso Trece Duque para establecer un diálogo con ese niño y ese adolescente que ha quedado en el horizonte; con esa vida de niño y adolescente dentro de una familia pobre pero emprendedora, experiencia que será el fundamento de su formación moral, sus ideas y la causa de sus exilios. En este sentido se trata de lo que podría definirse como el cronotopo de la autoconciencia familiar proletaria.
Las dos novelas aludidas tienen en común rasgos de la novela biográfica al mismo tiempo que recrean la difícil transición cultural que ha tenido la sociedad salvadoreña a lo largo de varias décadas como producto del metarrelato moderno.
La lira, la cruz y la sombra
En esta novela Escobar (2001) ahonda en el problema de la identidad nacional, íntimamente ligada al canon oficial y al terruño en su versión folklórica. Es un proyecto narrativo que nos lleva, por medio de técnicas experimentales, a auscultar los lados oscuros de la vida de Alfredo Espino, el poeta niño.
El autor acude a la entrevista, el drama, el diario, el monólogo, la fotografía y las cartas, como medios para reconstruir/deconstruir el mito del poeta niño. Se trata de una novela-collage de corte biográfico. Comienza con un soneto del poeta, que resulta ser una ironía para su propia vida; luego hay una supuesta entrevista entre el poeta y el autor donde se dilucidan algunos conceptos y teorías que orientan el pensamiento estético de Espino y definen el marco de referencia estético-político del autor.
Como respondiendo a una invocación, Espino desciende y accede a una entrevista. Llevado por las pregunta de FAE (alter ego del autor empírico) cuenta parte de su vida. Destaca la importancia de sus padres en la educación que recibió. Es sugerente el párrafo donde el mismo Espino impugna la imagen que popularmente nos hemos forjado de su persona (poeta niño):
¿Es niño cualquier hombre que a los veintiocho años ha hecho carrera universitaria; ha visto los lupanares; ha tenido grandes amores; ha escrito un libro de poesía que va por ahí: perdurando; se ha alcoholizado; y ha dispuesto bien o mal su vida? (Escobar, 2001: 13)
Se valora también el significado del poeta en la vida nacional; el poeta quiere descubrirse en el Otro preguntando: ¿Y usted cómo me ve entre los poetas del país? Pregunta que lleva a una serie de explicaciones teóricas para manifestar un rasgo de la salvadoreñidad: nosotros como cultura, como sociedad, estamos dominados por la sensación y el sentimiento y Alfredo Espino es un poeta de la sensación y el sentimiento, arraigado a la tierra, al paisaje que son la razón de ser de una sociedad de raíz agrícola.
Es secular la misma comparación entre Monseñor Romero[5] y Alfredo Espino pues pese a las hondas diferencias, la memoria histórica los rescata y los mantiene como ligámenes del sentimiento de nación.
Sigue el largo monólogo de un pariente del poeta que sirve para reconstruir el panorama de la ciudad en aquella época. Luego tenemos una exposición de fotografías de la familia Espino tomada de diferentes fuentes documentales. Después tenemos, con la técnica del drama, las que pudieron haber sido las condiciones de su muerte y los conflictos emocionales de sus padres. La conversación entre EL (padre) y Ella (madre) reflejan este conflicto familiar que desborda la débil psicología del poeta y su visión de la vida. El largo monólogo de Ella nos presenta la imagen de un hijo tímido, depresivo y con ideas recurrentes al suicidio como producto del intervencionismo materno en todos los ámbitos de su vida.
El diario, por su carácter ficticio, permite contraponer dos planos: la adolescencia tardía del poeta, plena de alegrías, sueños y recuerdos y su vida de adulto atormentado, en 1926 período de sus máximos estados depresivos. Hay, pues, una antítesis entre el jovial poeta de 14 años y la del hombre vivido que a los 26 años muestra los más aberrantes estados de desconcierto ante la vida y sus circunstancias. Posteriormente hay un conjunto de anotaciones apócrifas y, al final, una serie de documentos auténticos tomados de bibliotecas, periódicos y memorias familiares. En el epílogo encontramos la opinión póstuma de Alfredo Espino quien enjuicia y valida lo escrito sobre su vida. La biografía está escrita con un pie en la realidad y un pie en la ficción.
El poeta niño es un mito creado por la cultura oficial y desbaratado por un enfoque más humano, más como debió desarrollarse una atormentada personalidad que después de amores fallidos, sueños rotos, alcohol y sexo de barriada, acabó con su existencia un 26 de mayo de 1928.
Siglo de O(g)ro
La liberación de la palabra provoca un cambio de línea narrativa de autores que durante el conflicto tuvieron una posición y una participación políticas paralelas a su actividad literaria. Tal es el caso de Manlio Argueta, el novelista salvadoreño que representa mejor la novela salvadoreña de enfoque revolucionario cuyo legado alcanza cuatro novelas escritas entre 1967 y 1986 y dos entre 1995 y 1997.
Estas dos últimas marcan un cambio tanto en el estilo como en el enfoque de la realidad desde la perspectiva literaria. En efecto, si la estructura compositiva de sus novelas de las décadas anteriores gira en torno al proceso de concienciación y transformación revolucionaria del personaje extraído de las capas marginales de la sociedad o de la clase media, su consecuente enfrentamiento con el sistema represivo y la idealización de los valores revolucionarios, sus dos últimas novelas (Milagro de la Paz y Siglo de O(g)ro indican una introspección, una búsqueda de las causas de la propia transformación personal; en otras palabras, un viaje al mundo interior del sujeto para conocerlo mejor. Implícitamente el autor se pregunta ¿quién soy yo, de dónde vengo, cómo he llegado a ser lo que soy? Y por medio de las aventuras de su alter ego (Alfonso Trece Duque) se responde.
[1] Es un punto de debate el origen social de los protagonistas de la guerra. La mayoría de ellos pertenecían a la clase madia urbana. Los líderes de extracción popular son pocos. Véase la configuración de la Comandancia General del FMLN y la configuración de los mandos principales de los distintos grupos guerrilleros. Sobre el papel de los intelectuales en el proceso revolucionario hay visiones encontradas. Para muchos el intelectual aportó poco a la evolución
[2] Pseudónimo de Catherine Ingrid Cárter
[3] Fuerzas Populares de Liberación. Uno de los cinco grupos guerrilleros que integraban el FMLN.
[4] Frente Sandinista de Liberación Nacional. Grupo guerrillero nicaragüense que tomó el poder por la vía armada en 1979 pero que se vio enfrentado a una contrarrevolución financiada por los Estados Unidos.
[5] Arzobispo de San Salvador asesinado el 24 de marzo de 1980 presumiblemente por un comando ligado a los círculos de Derecha. En este momento El Vaticano ha iniciado el proceso para su canonización.

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