lunes, 6 de julio de 2009

LAS HUELLAS DEL DELIRIO (CAPITULO UNO)

Un fantasma recorre la totalidad de la narrativa centroamericana: El fantasma de las literaturas invisibles. Una literatura invisible es una literatura que nadie lee, que nadie comenta, con la cual nadie dialogiza, a la cual nadie toma en cuenta, que se muere solita de pura tristeza. Una literatura invisible no es tanto el fantasma de Hamlet como el fantasma del Gaspar Ilóm.
Arturo Arias






Usted me habla de un tiempo terrible, cuando todos vivíamos con la vida vendida. Ahora San Salvador es otra cosa, está renaciendo, sólo mire la tranquilidad que se respira por todas partes...Usted y yo jamás hubiéramos podido sentarnos a tomar unos tragos en un bar al aire libre, porque no hubiéramos salido vivos de aquí.

Roberto Castillo. En La Guerra Mortal de los Sentidos
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN.. 22
Capítulo uno: contexto histórico y sociológico de la novela salvadoreña en el período de posguerra.. 24
APROXIMACIÓN GENERAL AL PERÍODO DE POSGUERRA.. 25
Nuevo escenario político. 27
Diversificación de las formas de violencia. 29
Consolidación del modelo económico neoliberal 30
Incremento de la migración y profundización de la ruptura del tejido social. 31
Capítulo dos: sistema problemático.. 33
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA.. 34
Problema de investigación. 34
Objetivos de la investigación. 36
Justificación. 36
Antecedentes del problema de investigación. 39
Capítulo tres: marco teórico y metodológico.. 44
MARCO TEÓRICO.. 45
MARCO METODOLÓGICO.. 48
Tipo de estudio. 48
Fases de la investigación. 48
Estrategias de investigación. 50
Instrumentos de investigación. 52
Selección de unidades de análisis. 52
Selección de los textos de lectura. 53
Capítulo cuatro: estado de la cuestión Lo que dice la investigación sobre la novela salvadoreña de posguerra.. 54
SOBRE LA NOVELA SALVADOREÑA: ESTADO DE LA CUESTIÓN.. 55
Antecedentes de la crítica de la novela salvadoreña. 55
La crítica de la novela de posguerra. 58
Capítulo cinco: hallazgos.. 72
CORPUS NOVELÍSTICO DEL PERÍODO DE POSGUERRA.. 73
Los límites de este trabajo no nos permiten referirnos más pormenorizadamente a estas novelas ni a otras que no hemos mencionado en las reseñas. En otros esfuerzos de investigación presentaremos un análisis más detenido e incluyente. 76
ALGUNAS TENDENCIAS Y RASGOS ESTÉTICOS DE LA NOVELA DE POSGUERRA 77
Renovación del tema histórico. 77
Tierra o la historia de Pedro de Alvarado. 79
Libro de los desvaríos: un informe sobre los Barrios liberales. 83
Ciudad sin memoria. 85
Presencia de nuevos ambientes urbanos. 88
El Asco/Thomas Bernhard en San Salvador. 90
El arma en el hombre. 91
El desencanto. 93
De vez en cuanto la muerte. 97
Sonata de la violencia. 99
Novela auto-biográfica de corte costumbrista e introspectivo. 102
La lira, la cruz y la sombra. 103
Siglo de O(g)ro. 105
Intensificación del tiempo y el espacio. 112
El umbral, el burdel y el apartamento: cronotopos de encuentro y confrontación. 118
El umbral 119
El burdel 121
El apartamento. 125
Conclusiones.. 130
REFERENCIAS.. 137
Textos primarios. 137
Textos de consulta. 139
Otros textos de narrativa consultados. 145
Entrevistas realizadas. 145

INTRODUCCIÓN
Poco se dice del papel que juega la ficción novelesca en la construcción y reconstrucción de los imaginarios sociales; de la forma en que da cuenta de la historia de las sociedades, sus sueños, sus esperanzas y sus conflictos. En el marco de la historia salvadoreña puede demostrarse cómo este género recrea el devenir de una sociedad que ha vivido intensamente los embates de la colonización y las luchas por construir su propio futuro entre los horrores del pasado y la incertidumbre del presente.
En efecto, en los espacios narrativos de la novela, estas tentativas constituyen un motivo recurrente que subyace en la diversidad de voces que buscan construir el país soñado, por lo menos en los territorios de la ilusión o del delirio. Parece que el papel de la literatura es, antes de construir/deconstruir/reconstruir esos territorios, desenmascarar la realidad mediante la crítica, la ironía o la falsa evasión.
Esta aproximación al estudio de la novela salvadoreña del período de posguerra corresponde al proyecto 02-02 presentado al Consejo de Investigaciones Científicas de la Universidad de El Salvador (CIC-UES), instancia que financió la investigación. Constituye un acercamiento panorámico a la novela salvadoreña del período 1992-2002 que describe algunos aspectos de su proceso transformativo en el contexto del surgimiento de un muevo horizonte cultural en el que se destacan la cultura urbana y urbano-marginal con sus posibilidades y miserias sociales. De esta manera el trabajo señala algunas transformaciones que ha experimentado el espacio narrativo a partir de los Acuerdos de Paz (1992) tanto en las coordenadas del tiempo y del espacio como en el tratamiento temático. Se trata de una propuesta de lectura que surge en afán de dialogar con autoras y autores salvadoreños del período de posguerra desde una perspectiva crítica.
Para ello el libro parte de una panorámica histórico-sociológica del período de posguerra en El Salvador incluyendo algunos antecedentes sobre el estudio de la novela salvadoreña para luego caracterizar algunos eventos socio-históricos recurrentes en la ficción novelesca actual.
Los hallazgos apoyan la idea que la novela salvadoreña de posguerra expresa las contradicciones de la fase posbélica y recrea el drama de la ciudad como espacio vital casi único y envolvente de las nuevas prácticas sociales y escriturales.
Muestra el corpus novelístico de este período, algunas tendencias narrativas predominantes del espacio novelesco y la presencia de nuevos espacios y personajes urbanos en la ficción novelesca. Con ello se pretende dar cuenta de cómo las transformaciones de la novela salvadoreña parecen guardar intrincada relación con el proceso histórico y sociológico que se gesta en los Acuerdos de Paz (1992).
El capítulo uno es un encuadre general del período de posguerra con sus características principales. El capítulo dos se refiere a la situación problemática y contiene el planteamiento del problema, los objetivos, justificación y antecedentes del mismo. El tercer capítulo contiene el marco teórico y metodológico que sustenta la investigación. En el cuarto capítulo se presenta el estado de la cuestión y se reporta la revisión de literatura relacionada con el tema. El capítulo cinco presenta los hallazgos de la investigación. Se cierra el libro con un apartado que contiene las conclusiones del estudio realizado.








Capítulo uno: contexto histórico y sociológico de la novela salvadoreña en el período de posguerra
APROXIMACIÓN GENERAL AL PERÍODO DE POSGUERRA
La mayor crisis política del país durante el siglo XX llegó a su máxima expresión con el conflicto armado que se desarrolló entre 1980 y 1992. Este conflicto es el eslabón que conecta toda una historia de inestabilidad, intolerancia y represión política con una etapa de búsqueda de integración social y democracia. En efecto, la falta de un desenlace militar favorable para alguna de las partes (guerrilla y gobierno) genera las condiciones para el desarrollo de un proceso de negociación que terminará con la firma de los Acuerdos de Paz en 1992.
Este proceso de negociación, después de intentos infructuosos, se convierte en la única salida a la guerra. A inicios de los noventa se logran varios acuerdos importantes. Se destacan el Acuerdo de San José (1990) mediante el cual las partes se comprometen a respetar los Derechos Humanos; y el Acuerdo de Nueva York (1991) que sienta las bases para la transformación de la Fuerza Armada (Wood, 1999). Estos antecedentes posibilitan el logro, el 31 de diciembre de 1991, de un acuerdo definitivo de cese de fuego.
Esta solución política del conflicto abre un nuevo período histórico en el que los actores sociales entran en una nueva dinámica que tiene al inicio un componente de optimismo. Con el paso del tiempo y los problemas en el cumplimiento de los Acuerdos, este optimismo comienza a disminuir; se configura más bien un ambiente de incertidumbre y desconfianza social.
Este período generalmente conocido como posguerra constituye un intento de refundación de la institucionalidad del Estado y, a pesar de los impases, se logran avances democráticos y políticos que las armas fueron incapaces de conquistar.
Si bien no hay una única interpretación con respecto al significado y los límites temporales de la posguerra parece haber consenso en cuanto a que se trata de un período crucial para la transformación del país. Ribera (2003) sugiere que se trata del último período de la guerra y lo reduce al proceso de desmovilización tanto de los cuerpos militares, como del FMLN[1]; este autor ubica el final de la posguerra hacia 1994 con la participación del FMLN, ya convertido en partido político, en el evento electoral.
Ciertamente, la posguerra hace alusión a una situación política y social posterior a la guerra. Aunque otros autores la denominan de diferente manera - era de la paz, proceso de transición del país (Samayoa, 2002), transición a la democracia (Chávez, 2003), integración nacional (Escobar-Galindo, 2004) – todos parecen coincidir en que se trata de un período de transición.
La posguerra se caracteriza, en primer lugar, por la existencia de relaciones contradictorias entre los esfuerzos políticos encaminados hacia la paz y la reconciliación nacional y la radicalización de las confrontaciones sociales agudizadas por los efectos del modelo económico neoliberal. En segundo lugar, durante la posguerra se desarrollan nuevas formas de violencia y nuevos fenómenos de exclusión social coincidentes con el proceso de globalización y el sentimiento anti-inmigrante que se agudiza en la última década de los noventa y principios de la actual (2000) en Estados Unidos, lo que significa el endurecimiento de las políticas migratorias y la deportación de una buena cantidad de salvadoreños de ese país. Estos fenómenos, junto a la crisis económica, el encarecimiento del costo de la vida y la inseguridad generan una sensación de pesimismo en la sociedad sobre la posibilidad de cambios positivos.
A nuestro modo de ver, la posguerra se extiende más allá de la declaración formal del cumplimiento de los Acuerdos de Paz (1994) y marca la vida cultural del país, incluso en los tiempos actuales, por lo que no tiene un límite bien demarcado. Este período tiene a la base cuatro acontecimientos de considerable importancia:
1) Los Acuerdos de Paz alcanzados el 31 de diciembre de 1991 y firmados el 16 de enero de 1992, consistentes en un documento de naturaleza política donde se plasma la mutua voluntad de las partes de poner fin al conflicto armado e iniciar una etapa de reconciliación nacional y trasformación gradual de las instituciones del Estado (ni un sólo acuerdo cultural) permitiendo, además, la conversión de la guerrilla (FMLN) en partido político;
2) La ejecución intermitente del calendario de los acuerdos en lo que respecta a la desmovilización del FMLN y la depuración de la Fuerza Armada, con la vigilancia de la Comunidad Internacional (ONUSAL) y las fuerzas políticas y civiles locales (COPAZ) que juegan un papel de primer orden como instancias verificadoras.
3) La profundización de las medidas de ajuste estructural que imponen un modelo económico neoliberal y, consecuentemente, un proceso de legitimación de los nuevos grupos de poder político y económico.
4) El surgimiento de nuevos grupos excluidos, incremento de la delincuencia, la migración y diversificación de las formas de violencia.
A manera de síntesis se pueden distinguir cuatro características principales del periodo de posguerra: (1) un nuevo escenario político (2) diversificación de las formas de violencia, (3) consolidación del modelo económico neoliberal e (4) incremento de la migración y profundización de la ruptura del tejido social debido a la fragmentación de la familia.
Nuevo escenario político
Desde el punto de vista político uno de los acuerdos más importantes fue la incorporación del FMLN al sistema de partidos. Esto fue posible gracias a las reformas constitucionales y del Código Electoral que permitieron su participación dentro de las reglas democráticas. Para 1994 el FMLN ya era un partido legalmente inscrito y habilitado para su primera participación en las elecciones generales de este año. A partir de este año muestra una creciente acumulación de poder político que se traduce en su presencia dentro de la Asamblea Legislativa y en una significativa cuota de poder legislativo y municipal que le ha permitido mantener un importante número de diputados en la Asamblea legislativa y, desde 1997, controlar la Alcaldía de San Salvador y gobernar (hasta hoy en 2007) la mayor parte de las municipalidades de la Zona Metropolitana.
Al mismo tiempo, como partido político el FMLN ha sufrido una aparente erosión a su interior. Desde su primera participación en la Asamblea Legislativa (1994) en adelante han surgido de su interior por lo menos tres agrupaciones políticas disidentes (PD, PSD, FDR[2]). Estos grupos no han logrado restarle fuerza política; tampoco han tenido éxito electoral, lo que refleja un escenario políticamente polarizado.
La polarización, más la falta de un proyecto de integración de las diversas fuerzas progresistas, no han permitido la alternancia en el poder lo cual sería un signo inequívoco de avance hacia la democracia. Por el contrario, en la posguerra se ha consolidado una especie de dictadura de partido que se ha mantenido en el poder gracias a lo que podría llamarse la Alianza de la Nueva Derecha Salvadoreña.
Esto indica, por una parte, que las nuevas fuerzas hegemónicas se convencen de la necesidad de lograr acuerdos que viabilicen su consolidación; de la necesidad de una estructura estatal favorable a sus intereses en el nuevo escenario y de estrategias de legitimación del nuevo orden local. Para ello movilizan a buena parte de los intelectuales adeptos (orgánicos), medios de información y se apropian de un discurso aparentemente moderado y democratizador para generar la ilusión de un cambio hacia la democracia y el país de propietarios.
En esta estrategia de legitimación destacan el papel maniqueo de muchos medios de información, la neutralización de las fuerzas progresistas y de oposición y el debilitamiento de los trabajadores organizados. Todo esto va acompañado, tal como lo hemos sugerido, por una formulación discursiva reformista y de unidad moral. A este período algunos dirigentes políticos le han empezado a llamar, no sin razón, el arenato[3].
Es de señalar el éxito de esta estrategia. Tan es así que muchos grupos de izquierda, ingenuamente y con buenas intenciones, abrazan sin actitud crítica el discurso de la paz, la reconciliación y un modelo axiológico coherente con la nueva realidad del país, el cual se plasma en los proyectos de reforma que se impulsan desde el gobierno (por ejemplo la reforma educativa de 1991, la dolarización).

Diversificación de las formas de violencia
La violencia militar y política propia de una guerra civil tiene como objetivo estratégico el debilitamiento del enemigo y la victoria sobre él. Sin embargo, en el caso salvadoreño el empate militar condujo a un proceso de negociación para lograr la paz. A este respecto para Samayoa (2002) las funciones prioritarias de los Acuerdos de Paz fueron lograr el inmediato cese de fuego y poner fin a la violencia política, algo que se logró satisfactoriamente.
Sin embargo, en el período de posguerra la cultura de violencia sufre una dramática mutación: del campo militar y político se desplaza a todas las esferas de la vida. La sociedad ve con impotencia cómo prolifera el crimen organizado, la violencia de las pandillas, las víctimas de la delincuencia y unas muy bien montadas estructuras delincuenciales en todo el país. Estos grupos utilizan los métodos y las tácticas de la guerra e incorporan la experiencia militar a las actividades delincuenciales con innegable éxito. A este escenario cabe agregarse la violencia estatal que mantiene bajo su control buena parte de las estructuras represivas que hacen difícil un proceso de transición democrática.
Para Lungo y Martel (s. f) en la posguerra se presentan entre las nuevas formas de violencia los robos, la extorsión, las heridas con arma blanca o de fuego, amenazas a muerte, secuestros y homicidios. Estos autores ven como detonantes de estas conductas la frustración surgida al constatar que los Acuerdos de Paz no han cambiado significativamente las condiciones que dieron origen al conflicto armado.
Esta ecología de la violencia tiene altos costos sociales. Chávez (2003) señala que en la primera mitad de la década de los noventa la tasa de homicidios alcanzaba una proporción de 138.5 por cada mil habitantes y que para 1997, el 12% del presupuesto de salud se gastaba en atención a las víctimas de la violencia y el 90% de niños y niñas eran víctimas de violencia física.
Ante esta situación, las diferentes instituciones fracasan en la tutela de los derechos de las personas y la ampliación de la esfera punitiva del Estado no es suficiente para controlar la situación social de violencia e impunidad.
Por otra parte, hay una especie de socialización y apología de la violencia explícita o implícitamente alentada por los medios de información, en especial la TV; esto, reforzado por el fenómeno de las pandillas y los procesos de migración configura un escenario de múltiples formas de conductas violentas. Un trabajo de investigación sobre instituciones de socialización y pedagogía de valores en la educación media demostró que buena parte de los estudiantes prefieren programas que ofrecen temas de acción y violencia, así como programas que muestran conductas estereotipadas. Si bien distinguen los mensajes y mundos virtuales de la TV de la realidad, la presencia abrumadora de la oferta mediática relacionada con la violencia incide en la construcción de sus identidades. Así lo sugieren sus relatos sobre recuerdo de situaciones de la TV que les han causado algún impacto emocional. Los alumnos confiesan que se sienten afectados por acciones de violencia, criminalidad, injusticia, desastres naturales y mensajes atemorizantes o escenas de terror que se muestran en la TV (Aguilar, 2006).
Consolidación del modelo económico neoliberal
Por otro lado, el desencuentro entre el programa de ajuste estructural y la necesidad de un proyecto de nación incluyente y socialmente viable han profundizado la brecha entre ricos y pobres. Los nuevos grupos hegemónicos se apropian de los activos del Estado y crean la ilusión de un crecimiento macroeconómico beneficioso para todos los ciudadanos, a pesar que cada día hay más personas que caen en la extrema pobreza. En este sentido, Boyce (1999) afirma que en El Salvador el crecimiento implicó mayor inequidad y la puesta del mercado por encima del Estado. Como efecto de ello se profundiza la desigualdad social, la migración, la pérdida de valores y la distorsión de los patrones culturales.
Los efectos sociales y económicos del modelo neoliberal han sido estudiados por varios autores (Chávez, 2003; Galdámez, 1993; Montoya, 1991; Torres-Rivas, 1994; Umaña, 1992). Sus conclusiones apuntan a que se trata de un modelo nocivo para la paz, incompatible con la equidad y muy propicio para ahondar la crisis del país y las condiciones de pobreza de miles de familias. Esto confirma que la fe absoluta en el mercado conduce a la creación de políticas públicas destinadas a justificar y defender los intereses económicos de los nuevos grupos hegemónicos locales y transnacionales a costa de un proyecto de integración social con justicia y equidad.
Incremento de la migración y profundización de la ruptura del tejido social.
Si bien la población salvadoreña tiene un carácter migrante éste no se debe a razones hereditarias sino más bien a las condiciones de pobreza y falta de oportunidades para el progreso dentro del país. Estas condiciones empeoraron con la guerra y dieron origen al mayor flujo migratorio que se ha conocido, lo que ha tenido consecuencias significativas (poco investigadas hasta el momento) en la vida cultural y económica del país.
Durante el período de posguerra la migración no sólo se ha acentuado sino también se ha visto alentada por las políticas económicas neoliberales que empujan a miles de salvadoreños y salvadoreñas a salir, principalmente hacia los Estados Unidos, en busca de progreso. Para el 2000 se calculaba que el 27% de la población salvadoreña residía en algún país extranjero y que el negocio de las remesas dejaba ganancias a los empresarios, cercanas a los 400 millones de dólares[4].
Al interior del país también se ha acentuado la migración del campo a la ciudad; en consecuencia se han acrecentado los anillos periféricos de pobreza lo que ejerce mayor presión a las ciudades más grandes. En este caso la gente huye del campo debido a la crisis de la agricultura, la inseguridad y el hambre; se instala en algún lugar de la ciudad y busca la manera de sobrevivir. Un ejemplo de este fenómeno es la zona metropolitana (el Gran San Salvador) en donde concentra la mayor parte de la población urbana y también de los tugurios.
El fenómeno de la migración, por otra parte, tiene hondas repercusiones en la organización social. En primer lugar porque profundiza la fractura del tejido social al separar a la familia. En segundo lugar, acelera el proceso de transculturación y la práctica de valores mediante un proceso de rápidos cambios culturales. El IDHES (Informe sobre Desarrollo Humano en El Salvador, 2005) destaca que hay un alud de rasgos y actitudes nuevas y una diversidad difícil de hacer desembocar en un denominador común, lo cual puede resultar (y de hecho ha resultado) en una mayor fragmentación social.
Por lo tanto, no sólo se trata de que alrededor del 22.3% de hogares reciban ayuda económica vía remesas, sino también que el país se ha convertido en receptor de una importante remesa cultural. Esta es una situación compleja porque al mismo tiempo que la remesa constituye un factor de bienestar económico familiar, también puede explicar buena parte de los problemas sociales del país, entre ellos, la desestructuración de la familia, la alteración de los roles de los individuos que la componen (IDHES, 2005), la erosión de los vínculos debido a la distancia entre los que se quedan y los que se van y el aumento de los hogares uniparentales.
En síntesis puede decirse que en el período de posguerra se configura una nueva situación donde los imaginarios sociales se ven marcados por la violencia en sus diversas manifestaciones; los nuevos grupos excluidos generan formas de identidad, solidaridad, defensa de sus intereses inmediatos y mecanismos de lucha por sobrevivir no siempre pacíficos. Las prácticas de la violencia organizada, amparadas en la impunidad, además de tender una compleja red funcional en las diferentes esferas de la sociedad, de sus instituciones y espacios, engendran una patología social de miedo e inseguridad. Al mismo tiempo el acelerado proceso de transculturación nos enfrenta con situaciones nuevas y con un cambio de valores que ya no es posible comprender al margen de los cambios a escala global.
Desde esta perspectiva el fin de la guerra no significa el principio de la paz y la prosperidad. Todo lo contrario, cada vez son más las personas que perciben un empeoramiento de su situación económica y de la seguridad; el miedo, la frustración y el pesimismo se han apoderado de la sociedad; el proyecto de reconciliación nacional se ve cada vez más lejano. En tal contexto la novela salvadoreña de este período recoge la experiencia vital de seres humanos reales que viven en la constante zozobra; en una suerte de lucha diaria por la existencia bajo la incertidumbre sobre el futuro.
[1] Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Durante el conflicto estuvo formado por cinco agrupaciones guerrilleras (FPL, PC-FAL, FARN, PRTC y ERP). A partir de los Acuerdos de Paz inicia su proceso de legalización y se incorpora como partido político.
[2] PD, Partido Demócrata. PSD, Partido Social Demócrata. FDR, Frente Democrático Revolucionario.
[3] Gerson Martínez, diputado del FMLN se refiere con mucha frecuencia al arenato como período de gobierno del partido Alianza Republicana Nacionalista, ARENA, el .cual lleva cuatro periodos consecutivos en el poder (1989 hasta la actualidad, 2007).
[4] Discurso de Schafik Handal. Auditorio Marta Pérez Cervantes, Facultad Multidisciplinaría de Occidente, 2003.

1 comentario:

  1. Antes que todo quisiera felicitarlo por su trabajo, el cual me parece una contribución importante a los estudios de la literatura salvadoreña. Si me permite quiero hacerle una pregunta. En su trabajo Usted analiza el periodo desde 1992 hasta 2002. Quisiera saber a que se debe la segunda fecha. ¿Será que en 2002 tuvo lugar algún acontecimiento que nos permite hablar sobre el cambio de la perspectiva en la literatura salvadoreña? ¿Cree Usted que ese marco de tiempo tambien puede aplicarse a otras literaturas centroamericanas?

    Muchas gracias de antemano

    Johanna

    ResponderEliminar